domingo, 4 de noviembre de 2012

QUE TRATA DE LAS SEMANAS PREVIAS AL COMIENZO DEL MÁSTER O DE LA LIBERTAD EN ESTADO PURO

Las primeras semanas en Madrid se podrían definir mediante dos figuras antitéticas: descubrimiento y reencuentro. 
La primera de estas ideas está clara, así que pasemos directamente a la segunda. 
Reencuentro es una palabra que me encanta, porque en sí misma conlleva la fugacidad del acto y la importancia de éste. Estas primeras semanas reencontré a mucha gente que llevaba tiempo sin ver. Virginia, hasta que se fue a trabajar a la Reunión, y Andrés Alacid, amigos del Erasmus, Luis, amigos de Óscar (amigo del Erasmus) y el propio öscar y Marta que me secuestraron una semana. 

Llegaron una mañana con la furgoneta de Marta cargada y me propusieron acompañarles a Barcelona para prepararse de nuevo para su nueva aventura. Yo no tuve que pensar demasiado y cogimos carretera esa misma tarde. Echaba tanto de menos viajar por carretera que el trayecto de cerca de 6 horas se me pasó volando. Llegamos pasada la media noche a Barcelona y dormimos en casa de Marta. 
Recuerdo que nos paramos en una gasolinera a descansar y mientras compraban provisiones para el viaje yo me monté en el longboard de Óscar, con los pies descalzos y sin camiseta. No hacía frío, para nada, y la ligera brisa que corría a aquella hora unida a la velocidad que alcanzaba ese cacharro hicieron que sintiera un sentimiento de libertad absoluto. No sé si habéis tenido alguna vez una sensación similar, pero el contacto de los pies descalzos con el asfalto y el aire fresco en la cara me sacó una sonrisa. 
La semana que pasamos en Barcelona me sirvió muchísimo para darme cuenta de muchas cosas, una de ellas, que nada había cambiado entre nosotros y que sin duda, son personas que nunca se irán de mi vida. 
Tuve la misma sensación al ver a Teresa (amiga de París), que actualmente está estudiando en Barcelona. Nos vimos dos días esa semana y parecía que nos habíamos visto el día anterior. La vi perfecta, radiante, como siempre y eso me encantó. 

Me compré un longboard, bajo la insistencia de Óscar y Marta, (los que me conozcáis sabréis que no fue tanta insistencia) y recorrimos las calles de la capital catalana como si fuera nuestra. Qué sensación, los tres montados sobre nuestras tablas, mirándonos y sintiendo que cada uno de nosotros sentía lo mismo. 
Fue una gran semana, sin duda lo fue. Volví el sábado por la noche en un tren nocturno. Nunca había viajado en el camarote de un tren, y también fue una gran experiencia. 
Pasaron unos días y Óscar volvió a Madrid, coincidiendo con la visita de Kurai y Juan. Marta también llegó, solo un día, luego se marcharía con Óscar a la Guayana Francesa, pero nos bastó para darnos el hasta luego rutinario hasta Navidad.

Poco más tarde empezaría las clases del máster, pero aún no habían terminado mis vacaciones.

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